Sabemos que las nubes son producidas por la condensación del vapor de agua en la atmósfera. Y que el vapor se forma por la evaporación de las aguas de la superficie terrestre. Sin embargo, para que el proceso tenga éxito es necesario que haya nucleos de condensación, pequeñas partículas llamadas aerosoles, sin ellas la humedad puede alcanzar hasta un 500% sin que el vapor se convierta en agua.
En la década del 70, R. Dickinson especuló que los rayos cósmicos podrían aumentar el número de nucleos de condensación y por lo tanto favorecer la formación de nubes. La idea es simple: los rayos cósmicos ionizan el aire tornándolo más efectivo para generar nucleos de condensación. Así que cuantos más rayos cósmicos, más nubes.
Qué son, de donde vienen los rayos cósmicos? Son partículas subatómicas (electrones, neutrones, protones, también pueden ser iones como las partículas α) que tienen mucha energía y por eso, son capaces de ingresar en la atmósfera terrestre y llegar a la baja atmósfera. Allí ionizan a los gases que se convierten en centros de nucleación de los aerosoles que en definitiva producirán la condensación del vapor. Ionizar significa cambiar el balance de cargas de la materia que normalmente es neutra. De esta manera el aire puede tornarse positivo o negativo, lo que le da una fuerza de atracción que las moléculas neutras no tienen incrementando su efectividad. Los rayos cósmicos más energéticos son producidos durante explosiones de estrellas llamadas Supernovas, algunos vienen de afuera de nuestra galaxia. El propio Sol a veces crea rayos cósmicos, aunque de menor intensidad. Existe una relación bien conocida que muestra que cuando el Sol aumenta su actividad, disminuyen los rayos cósmicos galácticos y/o extragalácticos y vice versa. Esto se explica a través del viento solar, cuya intensidad aumenta con la actividad del Sol. Cuando el viento es muy intenso, consigue desviar de su camino a muchos rayos cósmicos externos haciendo de escudo y, a pesar de que también aumenta el bombardeo en la Tierra de los rayos cósmicos solares, estos tienen menor energía y sus efectos son menores.
Entonces el ciclo es: menor actividad solar, mayor intensidad de rayos cósmicos, mayor cantidad de aerosoles y mayor cantidad de nubes. En 2000 un estudio llevado a cabo por Marsh y Svensmark mostró esta relación de forma muy clara, aunque posteriormente la metodología utilizada fue cuestionada.
La cantidad de nubes es importante porque aumenta la reflexión a la luz solar y así disminuye la cantidad de calor que llega a la superficie de la Tierra lo que resulta en una reducción de la temperatura*. Aparece así una conexión entre actividad solar y clima terrestre que, aunque indirecto, puede llegar a ser muy efectivo. Los meteorólogos afirman que la conexión entre rayos cósmicos y formación de nubes todavía debe ser demostrada ya que los modelos teóricos no son completos y los estudios estadísticos insuficientes.
Pero hay algo que no podemos olvidar cuando analizamos el clima terrestre. Veinte mil años atrás, la temperatura media del planeta era varios grados más baja que la actual. La razón de esto es todavía discutida, pero sin dudas no tuvo origen en la incipiente actividad del ancestro del hombre.
* Hay nubes, sin embargo que logran el efecto contrario, ya que atrapan el calor emitido por la Tierra y entonces incrementan el efecto invernadero. Que una nube sea un tipo o de otro, depende de su altura, tamaño y del estado del agua dentro de ella: líquido o sólido.
martes, 6 de mayo de 2008
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